Hace poco tiempo dos de mis fieles "seguidoras" (he de decir que no tengo muchas/os más) me comentaron qué pasaba con mi blog que ya no escribía.
La verdad es que esto de tener un blog es algo parecido a parir un criatura, creas algo que permanece en el tiempo y debes cuidar y alimentar a base de entradas. Yo ya dije, al inicio de esta andadura bloggera, que no era muy constante y que soy algo anárquico, cualidades estas que espero no desarrollar durante mi vida como padre de unos hijos de carne y hueso nada virtuales.
Digo esto porque a mis seguidoras les dije que tenía pensado escribir algo precisamente relacionado con mi reciente segunda paternidad, y también sobre la primera, ya que no recuerdo ninguna entrada relacionada con mis hijos.
He de decir también que el blog nació mediante un nacimiento programado a través de la asignatura "Informática Aplicada" de la carrera de magisterio que estoy cursando y sus contenidos estaban, más o menos, establecidos. Pero eso ya pasó y ahora el blog es sólo mio y escribo en él lo que quiero.
Así que allá voy. Mi intención es la de escribir situaciones y vivencias personales relacionadas con mis hijos. De momento tengo una y espero que mi falta de constancia no se haga patente y pueda contar algunas más.
-Las estrellas-Hace unos días, como otras tantas tardes, estaba trasteando con Andreu en la cocina. A él le gusta subirse a una silla, ponerse a la altura del banco y ayudarme a hacer cosas. Un día hacemos pan y se amasa uno pequeñito, otro día corta los restos y pieles de las verduras que estoy preparando, añade sal o aceite a las cosas, exprime naranjas o echa los ingredientes en la thermomix, etc. Lo pasa en grande (aunque he de deciros que el ruido de la thermomix no le gusta nada).
No recuerdo muy bien cómo comenzó la conversación pero me preguntó, como ya había hecho en otras ocasiones por su iaio Pepe. El caso es que en esta ocasión, no sé muy bien porqué, estaba especialmente interesado por saber dónde estaba. Andreu, por desgracia, no conoció a su iaio Pepe ya que murió unos años antes de que él naciera. Le dije, como lo había hecho antes, que su iaio Pepe estaba en una estrella, que se puso malito y murió y desde entonces estaba en una estrella. La primera vez me preguntó si tenía alas. Algo totalmente lógico en la maravillosa mente de un niño. Pensó, si está en una estrella, ha subido volando y si ha volado, evidentemente, tiene alas.
Como pude le expliqué que no hacían falta alas para subir a las estrellas cuando uno muere. En esa ocasión la cosa quedó ahí.
El otro día en la cocina, cuando volvió a interesarse por el asunto de la muerte, me pilló totalmente en fuera de juego. No supe qué decir y todavía se me iluminan los ojos al recordarlo. Volvió a insistir sobre el tema de estar en las estrellas. ¿y porqué se van allí?, ¿cómo suben? si los puedes ver, etc. Ya le había dicho en otras ocasiones que si mirabas las estrellas y cerrabas los ojos podías ver a la gente que quieres y que está allí. He de reconocer que no sé muy bien si mis explicaciones fueron acertadas o no o fueron un clásico entre las explicaciones a los hijos sobre la muerte, no lo sé. Creo que esto no te lo enseñan en ningún lado y actuas de la forma que crees más correcta.
El caso es que la última pregunta que Andreu hizo fue - y tu papi ¿te vas a ir a una estrella? A ver cómo os explico esto sin quede demasiado literario. Me dejó totalmente helado. Hoy, aún veo la cara de pena que puso cuando le dije que sí, que yo también iría a una estrella...- Pero papi, yo no quiero que tú te vayas a una estrella. Y, de verdad, casi se puso a llorar. Y yo también.
No supe qué hacer ni qué decir. Después lloré (un poco sólo, eh?), sin que me viera, pensando en la cantidad de amor incondicional que tus hijos pueden darte.
Como he comentado, la mente de un niño es maravillosa y también de una lógica aplastante. Nadie desea que se vaya a una estrella alguien que quieres.
Recordando esto, me vinieron a la memoria algunos pasajes de El Principito, de la relación de los niños con los adultos, de la incompresión de éstos y del viaje que emprende. Y pensé que sería bonito, al igual que hizo El Principito de planeta en planeta, poder viajar de estrella en estrella y visitar a la gente que ya no está con nosotros.
A Pepe y su estrella
A Mª José y Ana